Con la
presión que Santa Anna hacia Iturbide, lo obligo a abandonar el trono y salir
del país, situación que le devolvió la tranquilidad, por un tiempo al país, el
congreso reanudo sus actividades y entrego el poder ejecutivo a un triunvirato
de republicanos como Guadalupe Victoria, Nicolás Bravo y Celestino Negrete
quien trataron de sentar de nuevo el orden en el nuevo Estado.
Con la caída de Iturbide,
muchos países pensaban en separase e independizarse por temor a una nueva
tiranía, ya que se negaban a obedecer el triunvirato impuesto por el Congreso,
pues la necesidad de una Constitución iba implícito en su inconformidad, por
otro lado los países del Bajío se reunían para deliberar. Centroamérica opto
por separase y Chiapas quiso hacer lo mismo pero un año más tarde se volvería a
unir.
Como se quiso evitar más
fragmentaciones de más territorios separatistas como Yucatán, la única solución
que se deslumbraba era la adopción del sistema federal de este, condición que
impuso también para evitar su separación, pero el retomar de nuevo un sistema así,
provocaría el surgimiento de conceptos a favor del federalismo.[1]
Sin embargo no era tan
fácil de tomar esta decisión pues para este entonces el país ya estaba dividido
en dos y muy contrarias posturas. Por un lado estaban las personas de tendencia
liberal radical que buscaban por completo desparecer el antiguo orden social y
buscaban la democracia, y del otro lado estaban las personas que creían la idea
de sus contrarios un cambio demasiado brusco, por lo que se inclinaban a un
proceso más natural y consecuente una república centralista.
Entre estas
dos posturas había un moderador que trataba de equilibrar los ideales sin
embrago ante la necesidad de una decisión, el Congreso escogió la de tendencias
federalistas.
[1] Reunión de estados libres y autónomos unidos conforme a los
principios de una Constitución general.
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